"Al fin y al cabo es mi vida": reflexión y humor unidos para debatir sobre la eutanasia
- Ezequiel Chamorro

- 14 ago
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Actualizado: 21 ago
El escenario del Teatro Metropolitan Buenos Aires se transforma todos los miércoles a las 19.45hs en una fría sala de hospital, pero lo que ocurre en ella está lejos de ser una experiencia clínica. "Al fin y al cabo es mi vida", la obra del guionista britanico Bryan Clark que en esta versión la dirije Mariano Dossena, es una poderosa y emotiva reflexión sobre la eutanasia que, lejos de ser un drama denso y abrumador, por momentos utiliza el humor para abordar un debate tan complejo.

La trama nos presenta a Clara, una escultora interpretada por Silvia Kutika, quien se recupera de un accidente automovilístico con la devastadora secuela de una inmovilización total en su cuerpo. Lejos de agradecer la vida que le han "devuelto", Clara exige su derecho a morir dignamente. Este deseo, que es el eje central de la obra, genera un tenso y fascinante conflicto con el equipo médico que la atiende.
Las actuaciones son, sin duda, la columna vertebral de esta obra. Silvia entrega una interpretación conmovedora y llena de matices, logrando transmitir la frustración, fuerza y desesperanza de su personaje con solo la voz y las expresiones faciales sin mover su cuerpo durante los 90 minutos que dura la obra. El contrapunto lo ofrece Fabio Aste, quien en el papel del médico principal se resiste a aceptar la decisión de su paciente, representando la ética profesional frente a la voluntad individual. Por su parte, Mirta Wons, en el rol de abogada defensora de Clara, aporta un necesario toque de humor inteligente, aligerando la carga dramática sin restarle seriedad al tema. El resto del elenco, conformado por Fernando Cuellar, Luis Porzio, Tania Marioni, Jorge Almada y Morena Pereyra, complementan la puesta con sólidas actuaciones que dan vida a un grupo humano debatiendo entre empatía, moral y ley.
Esta obra que históricamente fue protagonizada por personajes masculinos, entre ellos Duilio Marzio en 1980, invita a la reflexión. El público se ve inmerso en un debate que nos confronta con preguntas esenciales: ¿Hasta dónde llega el derecho de una persona sobre su propio cuerpo? ¿Qué significa realmente vivir con dignidad? Respuestas muy personales y respetables.